Las consignas más coreadas estos días en las distintas manifestaciones y acampadas han sido “lo llaman democracia y no lo es”, así como “no nos representan” y “PP y PSOE la misma mierda es”. Es en primer lugar una proclama directa contra el bipartidismo, el establishment de los medios de información, o incluso contra la pasividad sindical, y en definitiva contra la paz social reinante en un contexto de crisis descarnada del capitalismo en todos los ámbitos.
Estas pequeñas chispas o llamaradas de protesta son positivas en cierta medida para el movimiento revolucionario, pero en todo momento hay que advertir los límites de los movimientos espontáneos.
Nosotr@s nos organizamos precisamente porque sentimos la necesidad de la organización política permanente que suple, mantiene y empuja de los movimientos cuando estos disminuyen, entran en reflujo o se produce un cambio de ciclo. La organización además nos enseña que la salida a nuestros problemas no es individual, sino que hay que enfocarla y abarcarla de forma colectiva a través de la organización, así hay que explicarlo.
Si no, el movimiento espontaneo por si mismo está condenado a su debilitación progresiva y extinción sin alcanzar sus demandas, o alcanzarlos parcialmente, sin vistas al objetivo final. No podemos contentarnos con un par de parches al problema. Que el movimiento está influido por el reformismo y el oportunismo más clásico se manifiesta en reivindicaciones como la de reforma electoral en pleno periodo electoralista, en la ambigüedad de los planteamientos, en el interclasismo, o su no concreción en demandas concretas y rupturistas. La revolución pasiva de la que se habla si no se convierte en activa, se asimila al sistema.
¡Por ello se necesita la implicación en estos movimientos y procesos! Tenemos que pasar a la ofensiva política e ideológica en todos los planos, para que cuando llegue el domingo y pasen las elecciones no todo sea decepciones y desilusiones, sino que interioricemos que la lucha sigue, mediante la organización revolucionaria, con la articulación del poder popular, luchando junto por los intereses de la mayoría trabajadora.
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